La vida de los objetos en tiempos de confinamiento.
El confinamiento nos ha dejado una forma de relacionarnos diferente.La tragedia de la muerte, los nuevos duelos sin despedidas, tienen su contraste en numerosos ejemplos de solidaridad y compromiso personal y social.
Entre las propuestas que nos hacen los y las especialistas para abordar estas semanas, está la de establecer rutinas horarias. De este modo podemos atender obligaciones y crear espacios familiares y pesonales para cuidarnos.
Entre las obligaciones y los espacios para el crecimiento personal, también los objetos inanimados cobran vida.
Mi escritorio, desde el cual trabajo y observo la vida por la ventana de internet, ha renacido. Es verdad que lo estoy mimando más de lo habitual, no me limito a quitarle el polvo como hago habitualmente. Ahora he nutrido su madera. He paseado por cada una de sus vetas y nudos. He imaginado su vida anterior en sus marcas de tiempo. Un hombre, una mujer, abrió sus cajones para guardar recuerdos. Quizá sus mejores cartas personales se escribieron en él, sobre él.
El confinamiento marca el transcurrir del tiempo de otra manera. Dos relojes me lo recuerdan. El primero perteneció a mi padre. Los primeros días de tenerlo, sonaba su alarma justo a la hora en que murió. Ahora lo tengo sin pila y en silencio. El segundo reloj, un apreciado regalo, me recuerda que nada es eterno. Un objeto, animado por el movimiento, evidencia que cada segundo es aquí y ahora.El pasado ya no está, el futuro se escribirá.
Hay una pluma que ya llegó a mi abandonada. Me he prometido que cuando todo esto pase la recuperaré para ver que me cuenta.
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