EXTRAÑAS MUJERES DE AZUL, en un 8 de marzo 2012
Hace ya muchos días (demasiados...) que terminé la primera lectura de EXTRAÑAS MUJERES DE AZUL.
Como siempre, esta nueva entrega de Julia R. Robles, me ha impactado positivamente. Consecuencia de este impacto, cuando intento escribir unas líneas sobre estos cuentos, me doy cuenta que hay aspectos, observaciones que han escapado a mi crónica y que, para estar satisfecho, debería incorporar.
He optado por aceptar la evidencia. Mi papel, ahora,es, primero disfrutar de estos cuentos, cosa que ya hago, y, en segundo lugar, contribuir,en la medida de mis posibilidades (gracias Iván nuevamente), a marcar el hallazgo. Que vengan los expertos. Que hagan catas y cataloguen los tesoros.
Este es un buen libro que como los buenos vinos todos/as podemos disfrutar, pero, los matices corresponden a los/as especialistas.
Comparto la inquietud que mueve a leerlo deprisa hasta el final, la primera vez y seguir, más tarde, dando infinitos pequeños pasos orientados. Observas, te das cuenta, interrogas al aire....
Al re-leer la contraportada (por cierto, de fábula las ilustraciones y la camisa que viste la edición) conociendo ya el libro por dentro, siento la necesidad de hablar de Mujeres que corren con lobos, de Clarisa Pinkola. ¿Estamos ante la mujer que crea para recuperarse, quitándose las pieles que la cultura le ha impuesto como una carga (a ella y también a nosotros)?
Sí, ME HA GUSTADO (con mayúsculas) Concavitos, pero en esta ocasión, cuando leía Gilda la Totanera, la compartí con el grupo de mujeres con las que estaba haciendo un curso de Violencia de Género y Discapacidad.
Nos impactó esa mujer que machaca los huesos, que hace unas deliciosas empanadillas rellenas de la peor tradición, afrentas asimiladas durante años y micromachismos.
No pretendo sentar cátedra al igual que el terapeuta con la "niña armada". Necesito saber que quiere contar Julia, que esconden sus obras. Es preciso volver a "escuchar-me en el libro" con el deseo amoroso del Hotel Holganza, la eterna curiosidad matizada de Mon enfant, sin las accidentales visiones mermadas de Concavitos, sin las piedras de la envidia de la Ciudad Invertida y, al contrario, de Gilda, cantándole a los huesos (como la Lobera de Clarisa Pinkola) para que se recubran y nazcan de ellos la mujer que hemos ocultado.
NOTA SÓLO PARA JULIA:
He hecho muchos borradores mentales de este texto. Nunca me gusta cuando lo paso a papel, pero necesito silencio en mi mente para seguir leyendo tus cuentos. Quizá así pueda, alguna vez, escribir una crítica que haga mejor justícia a tus escritos.
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Para conocer a Julia:
http://www.youtube.com/watch?v=SxRZqB4EQvU
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